Es una situación a la que probablemente muy pocos conductores tengan que hacer frente (caer al mar, a un río o sufrir las devastadoras consecuencias de una inundación a bordo de nuestro vehículo). Sin embargo, son riesgos para los que conviene estar preparado.
Debemos saber que intentar abrir una puerta debajo del agua puede resultar casi imposible (debido a la presión que ejerce el agua contra ellas). También intentar romper una luna laminada puede resultar imposible (los modernos parabrisas están fabricados con cristal laminado, dos planchas de vidrio unidas entre sí por una capa de polivinilo. Si este cristal se rompe, los trozos quedan adheridos al último). Sin embargo, existen técnicas que no deben fallar si la idea es quebrar un cristal templado, como el de la luneta posterior.
Lo mejor que nos puede pasar es que podamos abrir la puerta nada más caer al agua. Si no es posible, podemos intentar bajar la ventanilla antes de que el nivel del agua supere la ventanilla, ya que entonces puede no abrirse, y el mecanismo de elevalunas eléctrico puede dejar de funcionar. En ese momento lo más probable es que el agua entre a borbotones con mucha violencia, así que mantener el cinturón abrochado hasta el final puede ser una buena idea.
Por lo general, ventanillas y luneta trasera son de cristal templado, y ahí sí podemos encontrar la vía de evacuación. Más resistente a los golpes, aunque si impactamos en el lugar preciso, normalmente una esquina, romperá en miles de pequeños trozos fáciles de retirar.
Es fundamental actuar con rapidez. Una vez fuera del vehículo, se recomienda nadar apartándose del mismo.