Es Iba … es malaria. La narración de Chinua Achebe

[…] Okonkwo se giró y volvió a dormir. Por la mañana le despertó alguien que llamaba a la puerta.  – ¿Qué pasa? – gruñó.

Sabía que tenía que ser Ekwefi. Era la única de sus tres esposas que habría tenido la audacia de llamar a su puerta. – Ezinma se está muriendo – dijo la voz de Ekwefi, y toda la tragedia y la pesadumbre de su vida estaban encerradas en aquellas palabras.

Okonkwo se levantó de la cama de un salto, alzó el pestillo de la puerta y corrió a la cabaña de Ekwefi. Ezinma estaba tiritando echada en una esterilla al lado de un inmenso fuego que su madre había mantenido ardiendo toda la noche.

– Es ?iba – dijo Okonkwo mientras cogía el machete. Y se fue al bosque a por las hojas y las hierbas y las cortezas de los árboles de la medicina para el iba.

Ekwefi se arrodilló al lado de la niña enferma y le tocaba de vez en cuando con la palma la frente húmeda y ardiente. […]

[…] Okonkwo volvió del bosque trayendo sobre el hombro izquierdo una gran carga de hierbas y hojas, raíces y cortezas de árboles y arbustos medicinales. Entró en la cabaña de Ekwefi, posó la carga y se sentó.

– Dame una olla – dijo-, y deja a esa niña en paz. Ekwefi fue a por la olla y Okonkwo escogió lo mejor de su carga, en las proporciones debidas, y lo troceó. Luego lo echó en la olla y Ekwefi fue añadiendo agua.

– ¿Es bastante? -preguntó después de echar la mitad del agua del cuenco.

– Un poco más… he dicho un poco. ¿Está sorda? – bramó Okonkwo. Ella puso la olla al fuego y Okonkwo recogió el machete para volver a su obi.

– Has de vigilar la olla con mucha atención – dijo al marcharse-, no debes dejar que se derrame. Si se derrama perderá todo su poder.

Él se fue a su cabaña y Ekwefi se puso a cuidar la olla de la medicina casi como si fuese también una niña enferma. Sus ojos iban constantemente de Ezinma a la olla hirviendo y otra vez a Ezinma.

Okonkwo volvió cuando le pareció que la medicina había hervido ya suficiente. La examinó y dijo que ya estaba hecha.

– Trae un taburete bajo para Ezinma – dijo-, y una esterilla gruesa. Él retiró la olla del fuego y la puso delante del taburete. Luego levantó a Ezinma y la puso en el taburete, sobre la olla humeante. Después echó sobre las dos la esterilla gruesa. Ezinma forcejeó para escapar de aquel vapor desagradable y sofocante, pero la sujetaban. Rompió a llorar.

Cuando retiraron por fin la esterilla la niña estaba empapada en sudor. Ekwefi la limpió con un paño y luego se echó en una esterilla seca y se durmió enseguida. […]

Todo se desmorona … de Chinua Achebe

Acabamos de leer un fragmento de una de las obras cumbres de la literatura africana. Publicada por vez primera en 1958, Todo se desmorona se asocia con las narraciones orales, pero también con la tragedia griega y las grandes novelas del XIX.

Achebe Okonkwo es un gran guerrero, cuya fama se extiende por toda el África Occidental, pero cuando mata accidentalmente a un prohombre de su clan es obligado a expiar su culpa con el sacrificio de su hijastro y el exilio. Cuando por fin puede regresar a su aldea, la encuentra repleta de misioneros y gobernadores británicos; su mundo se desintegra, y él no puede más que precipitarse hacia la tragedia.

Chinua Achebe (Nigeria, 1930-2013) está considerado unánimemente como el padre de la literatura africana moderna y la referencia primera de los estudios poscoloniales.