El 31 de diciembre de 2018, el Parlamento de Israel aprobó por unanimidad la Ley de Prohibición de la Prostitución convirtiéndose en el décimo país del mundo en dar ese paso. Hasta ese momento, obtener sexo a cambio de dinero era una práctica permitida, siempre y cuando fuese un acuerdo entre dos adultos. El proxenetismo y la publicidad de los servicios sexuales ya eran considerados delitos con anterioridad.
Según los datos de la Encuesta Nacional del Ministerio de Asuntos Sociales sobre el fenómeno de la prostitución, unas 16.000 personas se prostituyen en Israel. 14.000 de ellas, israelíes entre las que se encuentran 3.000 menores. La edad de inicio se sitúa en torno a los 13-14 años y la mayoría proceden de un ambiente familiar en el que han sufrido abusos, con lo que ven en la prostitución una forma de obtener beneficio de una situación que ya padecían. Tres de cada cuatro aseguran que, si pudieran, cambiarían de vida.
La prostitución apenas es visible fuera de la turística ciudad de Eilat, al sur de Tel Aviv, su distrito financiero o alrededor de los clubes de striptease.
Cuando entre en vigor la ley, quienes sean pillados tratando de conseguir sexo a cambio de dinero serán multados con 2.000 shekels (unos 500 euros). Una sanción que podrá ser reducida si se acepta entrar en un programa reeducativo para tomar conciencia del daño que sufren quienes venden su cuerpo; que se duplicará si son cazados por segunda vez y que puede alcanzar los 75.300 shekels (unos 19.000 euros)
El Gobierno hebreo sigue la senda de los países nórdicos -abierta por Suecia, en 1999- en los que para combatir la prostitución se apuesta por considerar víctimas a las personas que se prostituyen y por penalizar a los clientes.