La curación de los leprosos Anónimo

PintorAnónimo.
Título: “ La curación de los leprosos”. 1320-1330. Miniatura del códice “Sermones de Mauricio de Sully”
Características: Biblioteca Nacional Francesa, París.

El manuscrito es la manifestación artística más conocida de la Edad Media, constituyéndose en una fuente de conocimiento acerca de los hábitos, creencias, y costumbres de la época. Para conocer el origen del manuscrito habría que remontarse aproximadamente hasta el siglo III de nuestra era, momento en el que el rollo de escritura empezó a ser sustituido por el códice o libro. La razón estribó, fundamentalmente, en el incremento del espacio para insertar una mayor cantidad de texto, gracias entre otras cosas, a la consecución de una uniformidad en las dimensiones de la hoja. Además, estos nuevos códices permitían el uso de pigmentos más consistentes, si se pretendía decorarlos con dibujos, de manera que se ganaba en calidad, al tiempo que se prolongaba la conservación de las ilustraciones, consiguiendo aumentar las proporciones de las mismas. Originalmente, se emplearon pigmentos obtenidos a partir de minerales y otras sustancias orgánicas. De todos ellos, el más utilizado fue el plomo rojo, también conocido popularmente como minio, término del que derivó posteriormente la palabra miniatura.

En la época medieval, el manuscrito alcanzó su máximo esplendor, al amparo del nacimiento de las universidades, construcción de catedrales y el auge de los monasterios, todo como producto de un mayor interés en la transmisión y divulgación del conocimiento. El contenido solía oscilar, básicamente, entre textos literarios e historia, y lecturas de tipo religioso como salterios, libros de las horas o biblias. Generalmente, en los textos se insertaban imágenes que constituían el principal elemento decorativo, aunque con un notable sentido didáctico. Un ejemplo de esto último, es el la ilustración sobre el pasaje recogido en el Nuevo Testamento sobre la curación de diez leprosos, acaecido en tierras samaritanas:

« Yendo hacia Jerusalén, atravesaba por entre la Samaria y la Galilea, y entrando en una aldea, le vinieron al encuentro diez leprosos, que a lo lejos se pararon, y levantando la voz, decían: Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros. Viéndolos, les dijo: id y mostraos a los sacerdotes. En el camino quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado volvió glorificando a dios a grandes voces; y cayendo a sus pies, rostro a tierra, le daba las gracias. Era un samaritano. Tomando Jesús la palabra, dijo: ¿no han sido diez los curados? Y los nueve, dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: levántate y vete, tu fe te ha salvado. » (Lucas 16; 11-19).

A la hora de realizar la composición, el miniaturista toma como modelo a leprosos, que tan abundantemente número de casos se describieron durante toda la Baja Edad Media en Europa, debido a la epidemia importada por los cruzados que regresaban de Tierra Santa. La bacteria Mycobacterium leprae es el agente causante de esta enfermedad que afecta a la piel y al sistema nervioso periférico. Como consecuencia se producen una serie de lesiones cutáneas, pigmentadas, grandes, deformantes y de muy diferente morfología, que aparecen diseminadas por todo el cuerpo. Además, producto de la afectación neuronal, pueden producirse zonas anestesiadas en las extremidades inferiores, cuya consecuencia más evidente es la cojera y el consiguiente uso de muletas para el desplazamiento, por parte de los leprosos, tal y como se muestra en la miniatura.

El texto evangélico está dotado de un claro sentido didáctico, y toma como referencia a unos enfermos que desde tiempos remotos han sido objeto de un manifiesto desprecio. Los leprosos acuden a Jesucristo con ánimo de ser curados de su mal. Como se señala al final, las enseñanzas del maestro, sólo calaron en uno de ellos, que se convierte automáticamente en testigo de la misericordia de Dios. El resto de los enfermos desaparecieron sin más. En un sentido teológico, se podría identificar a los leprosos con las persona impuras que no escuchan la verdad que se les ha revelado, y por tanto siguen estando enfermas, necesitando una curación, que sólo se consigue a través de la fe. La relación entre enfermedad del alma y patología corporal, equiparada en este caso con una infección de lepra, resulta muy significativa acerca de la enseñanza que el miniaturista desea trasmitir.

Por el Dr. Alberto Ortiz