San Roque pidiendo a la Virgen la curación de las víctimas de la peste de Jacques Louis David

PintorJacques Louis David. 1748-1825. Escuela francesa.
Título: “San Roque pidiendo a la Virgen la curación de las víctimas de la peste ”.
1780. Museo Bellas Artes, Marsella.
Características: 260 x 195 cm. Óleo sobre lienzo.

Jacques Louis David, aunque no fue el fundador del neoclasicismo, sí se le podría considerar su máximo exponente. Esta corriente pictórica ya estaba en auge en las academias italianas a mediados del siglo XVIII, pero sería con David cuando el estilo neoclásico llegaría a su máxima expresión. Las composiciones son de temática clásica, extraída de la historia o la literatura griega y romana. El objeto era realizar los valores tradicionales en una época prerrevolucionaria en la que se atisbaban importantes cambios sociales, políticos y religiosos. En este sentido David utilizaría su arte como medio de propaganda, primero en favor de la Francia revolucionaria y posteriormente en la etapa imperial, algo que le costaría el exilio a Bruselas tras la caída de Napoleón.

David tomó contacto con el neoclasicismo en la Academia de Francia en Roma, a donde fue a estudiar en 1774 bajo el tutelaje de Joseph Marie Vien. Aquí empezó a desarrollar su estilo que se caracterizaría por un sentido histriónico de sus personajes y una frialdad en la pintura, aunque dulcificada por su delicado sentido del color. Es en Roma donde recibe el encargo de pintar un cuadro que rememorase la peste de Marsella de 1720.

Las autoridades marsellesas pidieron a su maestro que seleccionara a un pintor de la Academia para realizar la obra. Vien escogió a David como el discípulo más apropiado para llevar a cabo el proyecto. El cuadro es una de las pocas pinturas religiosas de su carrera profesional y el tema elegido no tuvo nada de original; San Roque, el santo patrón de la peste, intercede ante la Virgen para que cese el sufrimiento de los afectados. El santo, natural de la localidad francesa de Montpellier, se caracterizó en el siglo XIII por su ayuda a los apestados en Italia durante la primera gran epidemia. Desde aquel momento se le eligió patrón de los apestados y se le invocaba durante las diferentes epidemias que posteriormente tuvieron lugar. En este cuadro, David retrata a san Roque con el hábito de peregrino, el bordón y acompañado por el perro, en una actitud suplicante ante la figura de la Virgen quien le está señalando como dando a entender que el sufrimiento de la población finalizará gracias a su rogativa.

En 1720, la localidad de Marsella padeció una epidemia de peste que provocó la muerte de un tercio de sus habitantes. Anteriormente la ciudad había sufrido otros episodios similares, pero en esta ocasión la epidemia sería recordada por la negligencia de sus autoridades. El origen de los hechos hay que buscarlo en el barco llamado Grand Saint Antoine, que procedía de Siria con un cargamento de piedras preciosas, pero con algunos miembros de la tripulación con síntomas de peste. El barco quedó bloqueado a cierta distancia del puerto, bajo una cuarentena, pero ante el temor de perder el cargamento y con el fin de vender las joyas, el capitán del barco consiguió la autorización de la descarga del mismo. La carga fue almacenada en el lazareto de la ciudad, y fue objeto de la codicia de los contrabandistas y ladrones, que burlaron los controles para robar las piedras. La mala suerte hizo que las pulgas que propagan el bacilo de la peste estuvieran diseminadas en el cargamento y al poco tiempo la epidemia ya era un hecho doloroso que trajo severas consecuencias sobre la población. Se estima que más de 40.000 personas murieron durante el verano de 1720. No fue hasta octubre que se consiguió erradicar la epidemia.

El cuadro fue muy admirado en Roma hasta el punto de compararse al autor con el genio del Renacimiento italiano Miguel Ángel Buonarroti. Vien envió una carta a París comentando al por entonces aposentador real, el conde D´Angiviller, que su discípulo había pintado un meritorio cuadro típico de un gran maestro:

La expresión en el rostro de cada afectado posee un sentimiento tan hondo que es difícil soportar su mirada”.

Por el Dr. Alberto Ortiz