Tríptico del Juicio Final de Bernaert van Orley

PintorBernaert van Orley . 1491-1542. Escuela flamenca.
Título: “Tríptico del Juicio Final ”. Real Museo de Bellas Artes de Amberes.
Caracteríticas: Óleo sobre tabla. 248 x 218 cm (tabla central) y 248 x 94 cm (puertas laterales).

“El leproso, manchado de lepra, llevará rasgadas sus vestiduras, desnuda la cabeza, y cubrirá su barba, e irá clamando: “¡Inmundo!, ¡inmundo!” Todo el tiempo que le dure la lepra será inmundo. Es impuro y habitará solo; fuera del campamento tendrá su morada”. (Levítico 13: 45,46).

El fin de las Cruzadas supuso el desarme moral entre los expedicionarios que viajaron a Tierra Santa y en su regreso no sólo les acompañó este desengaño sino, además, un gran número de agentes infecciosos que provocaron una serie de epidemias por toda Europa. De todas ellas la lepra fue la más destacada, hasta el punto de que el impacto que provocó entre la población fue captado por los artistas medievales y renacentistas en sus más diversas formas de representación.

Un ejemplo lo tenemos en el pintor flamenco Bernaert van Orley, cuya obra se caracterizó por un estilo italianizante, siendo los temas de índole religiosa los más frecuentes en su producción pictórica, aunque, a diferencia de otros artistas, les despojó de gran parte de su idealismo plasmando en ellos a modelos de la calle, enfermos y marginados. Éste es el caso de los leprosos que podemos contemplar en las tablas laterales del tríptico. Ante el aspecto moralizante de la tabla central, recordándonos la brevedad de la vida y el sentido trascendente de la muerte, en las tablas laterales se nos muestra la realidad cotidiana, con los mendigos y enfermos, agolpados en las calles y plazas, pidiendo ayuda y comida.

elcuadrodelmes11b.jpgDe este conjunto, destaca, en la tabla derecha, la imagen del leproso sentado en una escalinata y en el que las diferentes manifestaciones clínicas que produce la infección son muy evidentes (Figura 1). La enfermedad causada por la bacteria Mycobacterium leprae, afecta principalmente a la piel y el sistema nervioso periférico, siendo sus características más notables la presencia de nódulos, pápulas y máculas a nivel cutáneo, que se extienden por todo el cuerpo, lesión neuronal irreversible que se manifiesta en zonas anestesiadas, principalmente a nivel de las extremidades inferiores y cuya consecuencia son heridas y sobreinfecciones bacterias que desembocarán en necrosis de los tejidos, siendo necesaria la amputación de la zona afectada, y leprorreacciones, que no son más que fenómenos inflamatorios agudos, responsables de casi todas las deformidades, como la nariz en silla de montar, la facies leonina, piernas en ángulo recto y el granuloma en el labio superior. Todo esto provocaba que la mayoría de los leprosos fueran inválidos y necesitasen de muletas para sus desplazamientos.

Ante la imposibilidad de un tratamiento efectivo, la única forma de combatir la enfermedad y evitar su contagio era expulsar al leproso extramuros de la ciudad, surgiendo un gran número de asilos o leproserías que serían conocidas popularmente como “lazaretos”, y donde las órdenes religiosas les proporcionarían el único auxilio. Al leproso se le permitía mendigar, para poder vivir, pero con la condición de que antes de entrar en la población hiciera sonar una campanilla o matraca para avisar de su presencia, una característica que también podemos ver en la tabla.

El fin de la Edad Media trajo consigo una disminución en la incidencia de la lepra debido al empleo de medidas como el aislamiento de enfermos y la limpieza de cereales, que servían de vehículos de transmisión del bacilo. Aún así, las leproserías no se vaciaron, pues siguieron siendo el lugar de internamiento para enfermos víctimas de otras epidemias como la sífilis.

Por el Dr. Alberto Ortiz