Pintor: William Hogarth. (1697-1764). Escuela Inglesa.
Título: “Matrimonio a la moda: 3. La revisión ”. 1745. Galería Nacional, Londres.
Características: 70 x 90,8 cm. Óleo sobre lienzo.
Como recordará el lector, habíamos dejado a los protagonistas de nuestra historia descansando después de una noche agitada en su no menos agitada vida social.
En el tercer cuadro de la serie, titulado “la revisión” el pintor nos muestra a Lord Squanderfield en la consulta del médico, aunque mejor sería hablar de curandero, que le está tratando la sífilis. Vemos al noble inclinado hacia el doctor con un bastón en una mano y una pequeña caja de pastillas de mercurio en la otra. Durante mucho tiempo estas píldoras fueron el tratamiento de elección para la sífilis. Fue Paracelso el primer defensor de esta terapia cuyo uso se generalizó durante varios siglos. En una época en la que estaba vigente la teoría galénica del equilibrio de los humores, el uso del mercurio se basaba en dos premisas. La primera era la teoría de que el contagio era debido a partículas invisibles que se transmitían de un hospedador a otro y, en este sentido, tanto el mercurio como el arsénico eran elementos con cualidades astrológicas y mágicas que le permitían contrarrestar la enfermedad. La segunda se debía a la propiedad del mercurio de provocar diuresis y salivación de modo que se facilitaba la eliminación de los “agentes” sifilíticos. Sin embargo, uno de los problemas que ofrecía el mercurio era su baja absorción a través del intestino, por lo que había que administrarlo en forma de sales, como el cloruro de mercurio conocido popularmente como “mercurius dulcis”, a veces en administración conjunta con opio debido a la disminución de la motilidad que éste produce y que favorecía la absorción del compuesto mercurial, o también mediante inhalación de vapores de mercurio. Aunque hubo detractores de este tratamiento, el mercurio se empleó hasta comienzos del siglo XX, momento en el cual fue sustituido por los derivados arsenicales, salvarsán y neosalvarsán, investigados por Paul Erhlich, lo que le valió el Premio Nobel en 1906.
Pero en esa habitación, no sólo Lord Squanderfield está afectado por la enfermedad. Tanto el curandero como las dos mujeres que le acompañan parecen correr la misma suerte que el noble. El doctor mira con cierto aire de indiferencia al vizconde, mientras que la mujer, posiblemente una meretriz se dirige al caballero en un tono amenazador. Al lado del noble una adolescente, con cierto aire de melancolía y tristeza, que induce a pensar que se trata de una prostituta de humilde condición a sueldo de Lord Squanderfield y a la que éste ya ha contagiado la sífilis. El médico parece sufrir la enfermedad en un estado muy avanzado como se puede ver en el arqueamiento de las piernas, el grosor de los labios y el hundimiento del caballete de la nariz. La causa de esta sintomatología puede deberse a una sífilis congénita o también a una sífilis tardía con una presentación atípica denominada goma. Ésta es una lesión granulomatosa inespecífica que afecta a los huesos, piel y tejidos monocutáneos. Estas gomas pueden producir destrucción y fracturas a nivel óseo y articular. En este mismo sentido, la presencia del cráneo agujereado encima de la mesa sería el símbolo de la infección y una premonición sobre el destino fatal que correrán todos los protagonistas de la escena.
Pintor: William Hogarth. (1697-1764). Escuela Inglesa.
Título: “Matrimonio a la moda: 4. La toilette”. 1745. Galería Nacional, Londres.
Características: 70 x 90,8 cm. Óleo sobre lienzo.
Por otro lado el cuarto cuadro de la serie, titulado “La toilette”, se encuentra ubicado en la sala de visitas o tocador de la hija del regidor. Como se puede comprobar la dama ya se ha adaptado plenamente al nuevo estilo de vida. La escena muestra la costumbre de la alta sociedad de recibir visitas en el dormitorio mientras la aristócrata se vestía. Al mismo tiempo que un peluquero la peina, un flautista y un castrato amenizan la escena ante el resto de acompañantes. La condesa no les presta excesiva atención y se encuentra ensimismada en la conversación que le proporciona el abogado Silverstone. Los cuadros que decoran la sala representan escenas mitológicas alusivas a la seducción. De esta forma, Silversonte, que se encuentra muy cómodo en la habitación, se ha convertido en el nuevo amante de la señora de la casa. Al mismo tiempo, sostiene una invitación en una mano mientras señala a un biombo que muestra un baile de máscaras. El abogado le está pidiendo una cita a la condesa para conseguir un mayor intimidad y ésta se muestra complacida frente a esta proposición. Un elemento a destacar es el collar de coral que cuelga del respaldo de la silla sobre la que se apoya la vizcondesa y que en aquélla época utilizaban los niños en período de dentición. Esto indicaría que la aristócrata acaba de ser madre, pero no muestra ningún cariño hacia su hijo, que seguramente será cuidado y criado por las nodrizas de la casa.
En este contexto de infidelidad conyugal y engaño mutuo nuestros protagonistas están avocados a la catástrofe. Sin embargo, la desgracia no sólo les alcanzará a ambos. Otros personajes cercanos a ellos también serán coparticipes de la tragedia de la que el lector tendrá cumplida cuenta en el próximo y último episodio.
Por el Dr. Alberto Ortiz