Robert Koch (1843-1910) fue el más importante y destacado médico y bacteriólogo alemán del siglo XIX. Entre sus descubrimientos destaca la demostración de la existencia y aislamiento el bacilo causante del carbunco, Bacillus anthracis, así como el vibrión colérico, responsable del cólera. Pero sin ninguna duda, su descubrimiento más notorio y trascendental en el campo de la microbiología, fue la determinación del bacilo tuberculoso, en muestras de esputo procedentes de enfermos tísicos. Además, desarrolló la tuberculina, que en un principio tenía como objetivo el obtener un remedio eficaz frente a la tuberculosis, aunque posteriormente no resultó tan eficaz como se esperaba. No obstante, la tuberculina sí tuvo una importante aplicación clínica en el diagnóstico de la enfermedad, y hoy día todavía continúa empleándose en este fin.
El cuadro se centra en la faceta más laboriosa y compleja del científico. Koch se encuentra inmerso en una actitud reflexiva e inmiscuido en su trabajo, completamente aislado del mundo exterior, exclusivamente concentrado en sus cavilaciones y pensamientos. Los diferentes objetos colocados sobre su mesa de trabajo, el microscopio, una placa de cultivo, diversos frascos con reactivos y los papeles con notas, ponen de manifiesto el interés en otear nuevos horizontes en el campo de la microbiología, al tiempo que realzan su capacidad de trabajo y de organización.
Las conclusiones de sus enormes conocimientos en el campo de la investigación, le llevaron a enunciar el concepto de especificidad, regulado por una serie de postulados que resumen la metodología de su procedimiento experimental.
Según estos supuestos, el germen debe estar invariablemente presente, ha de ser capaz de poder ser cultivado fuera del cuerpo, y debe reproducir la misma enfermedad si se inyecta a un animal sano. Todo el trabajo científico desarrollado a lo largo de su vida, obtuvo su merecida recompensa y reconocimiento en 1905 cuando se le otorgó el premio Nobel de Medicina.
Por el Dr. Alberto Ortiz