Desde 2005 existe una ley que prohíbe la mendicidad infantil en Senegal, pero no se cumple ni se aplica. Una mezcla de pobreza, tradición y explotación impide que el Gobierno senegalés acabe con la mendicidad infantil.
En Senegal hay unos 50.000 niños mendigos. La mayoría proceden de pueblos del interior o de países vecinos como Gambia y Guinea Bissau, son enviados por sus padres a la ciudad para estudiar en escuelas coránicas donde les obligan a pedir dinero por las calles. Lo que un día fue un sistema de aprendizaje del Corán se ha convertido hoy en explotación pura y dura. Aunque en no todas las escuelas coránicas se fomenta la mendicidad, los talibés son la columna vertebral de ese ejército de pequeños mendicantes que recorre las ciudades senegalesas y el dinero que recaudan sostiene a sus explotadores, marabúes sin escrúpulos que se aprovechan de la pobreza y el analfabetismo de las familias rurales que los dejan en sus manos.
La falta de regulación de las daaras, que surgen por doquier y sin ningún tipo de control, y la conversión de este sistema tradicional de enseñanza en un lucrativo negocio no ayuda a mejorar las cosas. El Gobierno senegalés ha anunciado en varias ocasiones la adopción de medidas contundentes para acabar con la mendicidad y con las escuelas que no cumplan con los mínimos requisitos. Sin embargo, poco se ha hecho.