La pintura de historia constituyó uno de los géneros más cultivados por los pintores en la segunda mitad del siglo XIX. Estos cuadros serán de grandes dimensiones e irán destinados a las Academias y los nuevos edificios públicos, que se construirán acompañando al nuevo desarrollo urbanístico de las ciudades. Los autores tomarán como principal referencia diferentes pasajes históricos, aunque también se sumergirán en las fuentes de la literatura clásica en busca de los hechos más significativos para representarlos en los lienzos. En este contexto, el pintor decimonónico francés Charles Jalabeat, desarrollará un estilo muy influenciado por el neoclasicismo de David, predominado en sus cuadros el dibujo sobre un color que será más bien frío, y con unas composiciones poco complejas en donde los personajes muestran una expresión que oscila entre la grandilocuencia y el histrionismo.
La representación sobre la peste de Tebas está inspirada en la tragedia de Sófocles “Edipo Rey”. Según el relato, la ciudad sufre una peste terrible que causa estragos entre la población. Después de consultar el oráculo, se supo que la causa de la epidemia es debida a la muerte de Layo, antiguo rey de la polis, y el cese de la epidemia sólo tendrá lugar cuando ese crimen sea reparado. A medida que avanza la trama, se van conociendo detalles como que Edipo, actual mandatario de la ciudad, era el hijo de Layo, y que fue él quien consumó el homicidio. Hundido en la desesperación, Edipo se sacará los ojos, y ciego abandonará la ciudad, guiado por su hija Antífona, ante la iracunda mirada de los habitantes (figura).
Existen bastantes reseñas a las epidemias en la literatura clásica griega. Ya el historiador Tucídides en el libro segundo sobre la “Guerra del Peloponeso” hace referencia a la peste que asoló Atenas en el siglo IV a. de C., y en la que se pone de manifiesto por primera vez del concepto de inmunidad. También en la “Ilíada” de Homero, en el libro I, el ejército griego está sufriendo una epidemia que mata a sus soldados. La razón de semejante adversidad se debe a que el sacerdote Crises había implorado la devolución de su hija Criseida, raptada por el rey Agamenón, y ante la negativa de éste, el dios Apolo había extendido la plaga entre su tropa.
La mentalidad popular griega, como se puede advertir en la obra “Edipo Rey”, consideraba que en la diseminación de las plagas intervenían las divinidades, como castigo por algún crimen o acto indigno realizado contra el correcto funcionamiento del orden natural en el devenir de los acontecimientos. Esta idea arraigará durante los siglos siguientes, cuando el Cristianismo se consolide y extienda por toda Europa, donde la epidemia servirá de escarmiento a una comunidad que ha pecado contra la divinidad. No obstante, la vuelta a la fe, el reconocimiento del mal cometido, y la búsqueda de la identidad cristiana, servirá para que cese todo mal, como se puede advertir en las numerosas representaciones realizadas durante los siglos XVI y XVII, en las que los santos intercesores servirán de vínculo entre los ruegos de una población temerosa y una divinidad que perdonará a sus fieles tras el sufrimiento. En contraposición, en la Antigua Grecia, el fin de la epidemia, sólo puede venir cuando el daño haya sido reparado mediante el castigo, no habiendo lugar para el perdón de la ofensa realizada.
Por el Dr. Alberto Ortiz