Pintor: James Northcote. 1746-1831.
Título: “ Edward Jenner”. 1803. National Portrait Gallery, Londres.
Características: Óleo sobre lienzo. Dimensiones: 127 X 101,6 cm.
Heredero del tradicional estilo británico, James Northcote es uno de los últimos retratistas ingleses del siglo XVIII. Fiel a la tradición academicista de Reynolds, de quien fue discípulo y primer biógrafo, Northcote va a representar a sus personajes, muchos pertenecientes a la burguesía y a las clases más elitistas, con un cierto aire sentimental y complaciente. Los retratos muestran poca tendencia a la emotividad, y evocan un aspecto melancólico, muy típico de la estricta moral burguesa del momento.
En base a estas particularidades, Northcote realiza uno de los primeros retratos del médico y naturalista inglés Edward Jenner, a comienzos del siglo XIX. El médico aparece sentado en su despacho, con un ligero aire complaciente, justo en el momento de hacer un receso en su labor intelectual. Mientras mira al espectador, lleva una pluma en su mano derecha, al tiempo que apoya su cabeza en la izquierda, situada sobre su mesa de trabajo, en la que nos encontramos un libro abierto con una clara alusión a la vacunación de la viruela. Este nuevo método de inmunización fue desarrollado por el propio Jenner a finales del siglo XIX, y supuso toda una revolución en el tratamiento de la enfermedad. La técnica era mucho más efectiva y menos peligrosa que la variolización. Jenner, en su práctica médica en el campo, se percató de la existencia de personas que habían adquirido la inmunidad tras haber padecido síntomas de la viruela vacuna. Se trataba en concreto de los ordeñadores de vacas, que durante el contacto con las erupciones presentes en ubres infectadas de esta clase de viruela, desarrollaban los síntomas de la viruela de las vacas, pero se mostraban inmunes a la viruela humana, mucho más peligrosa. Jenner comprobó este hecho científicamente, recurriendo a la experimentación con un niño de ocho años, James Phipps, a quien inoculó el virus animal, con el desarrollo de la consabida infección. Sin embargo, tras una posterior exposición al suero de viruela humana, se tuvo la constatación de que el niño había adquirido inmunidad frente a la viruela humana, ya que no padeció ningún síntoma de la enfermedad.
La viruela era una enfermedad, originada por un virus perteneciente a la familia Poxviridae, transmitida entre personas mediante la inhalación de gotitas respiratorias o por contacto directo con fluidos corporales de una persona afectada. Tras un período de incubación de una semana, se originaba un cuadro clínico, que se presentaba repentinamente y cursaba con malestar general, fiebre, dolor de cabeza, dolor en la espalda, mialgia y dolor abdominal. El paciente permanecía en estado de postración durante unos días, tras los cuales se desarrollaba un exantema maculopapular con la aparición de vesículas que se distribuían por todo el cuerpo. También, había afectación del exantema a la mucosidad orofaríngea, ocasionando dificultad en la respiración. Es justo en este momento es cuando existía una mayor riesgo de contagio.
La publicación de las conclusiones de sus experimentos acerca de la inmunización frente a la viruela, se tradujeron a varios idiomas, lo que posibilitó su rápida difusión por todo el mundo. Aunque en un principio hubo ciertas reticencias, este nuevo procedimiento fue aceptado por la comunidad médica, que recomendó su implantación en la práctica clínica. Su empleo se extendió rápidamente, y fue acogido con gran entusiasmo por las clases más populares, que vieron en la vacunación un remedio eficaz frente a una enfermedad causaba auténticos estragos. De hecho, durante todo el siglo XVIII, la viruela era un auténtico problema de salud pública en Europa, donde se desataron numerosas epidemias a causa de la concentración de la población en núcleos urbanos.