Hoy Ruanda es uno de los estados más prósperos del África subsahariana, con un crecimiento medio anual del 8%. Sin embargo, aún guardamos en la memoria el 7 de abril de 1994, fecha en la que estallaron viejos odios tribales entre hutus y tutsis, dando lugar un genocidio de más de 800.000 personas, la mayoría tutsis. Tras la matanza estalló una guerra civil que dejó el país devastado y más de dos millones de desplazados en las naciones vecinas y otro millón dentro del país.
La organización Transparencia Internacional lo etiqueta como el menos corrupto de los países africanos. Sin embargo, Ruanda todavía sufre las consecuencias del genocidio y de la guerra, permaneciendo sometida a un régimen muy escasamente democrático, bajo el férreo control de una minoría tutsi que ejerce una intensa represión política, y está directamente involucrado en las guerras sucias por el control de las riquezas mineras del vecino Congo.