María pintando en el Pardo de Joaquín Sorolla y Bastida

PintorJoaquín Sorolla y Bastida. 1863-1923. Escuela española.
Título: “María pintando en el Pardo”. 1907. Colección particular.
Características: Óleo sobre lienzo. Dimensiones 80 X 106 cm.

Este es el último retrato que Sorolla pintó sobre su hija María durante su estancia en el Pardo a causa de la convalecencia de tuberculosis. Sin embargo, en este cuadro, a diferencia del resto de la serie, María se muestra casi completamente recuperada. Ha abandonado la tarima en la que aparecía recostada, y el abrigo y la gorra, que le acompañaron en las otras representaciones, han sido sustituidos por un ligero vestido blanco y un sombrero sujetado por un pañuelo atado al cuello, indicándonos que los días invernales son cada vez más calurosos. Bajo una sombrilla, María aparece sentada sobre una silla de madera y en su regazo sostiene un estuche de colores, en una actitud de dibujar el paisaje que está contemplando. Como su propio padre escribiría en una carta “sólo se puede ser feliz siendo pintor”, María seguía los consejos de su padre en la pintura, disciplina que en aquel momento se convertiría en el complemento ideal en la terapia antituberculosa.

El proceso de recuperación de un enfermo de estas características era bastante insidioso. Durante un periodo no desdeñable de tiempo, el afectado debía permanecer recluido en algún balneario bajo un estricto régimen de cuidados y atenciones. El tratamiento realizado hasta entonces seguía el método desarrollado por el Dr. Brehmer a finales del siglo XIX y se basaba principalmente en los siguientes puntos:

1) Residencia del paciente en un sanatorio o lugar bajo constante supervisión médica.
2) Reposo absoluto y ausencia de preocupaciones y problemas.
3) Permanencia al aire libre.
4) Descanso en los periodos febriles de la enfermedad.
5) Caminar y ejercicio metódico durante los periodos de ausencia de fiebre.
6) Variedad en la dieta con especial predilección por los alimentos de origen vegetal.
7) Hidroterapia.

Como se ha indicado en los episodios anteriores, María, bajo la supervisión del doctor Simarro, amigo de la familia, seguió este tratamiento en la finca de la Angorilla, en el monte del Pardo al norte de Madrid, obteniendo un notable éxito, ya que se repuso completamente de la tuberculosis que padecía. Su padre que la pintó en varias ocasiones, no ocultaba su satisfacción. No obstante, en este último retrato, la imagen de su hija nos transmite un cierto carácter melancólico a pesar de que la recuperación de su hija era un hecho consumado. En este sentido, hay que destacar que ésta era una de las características de las mujeres tuberculosas. Ya a lo largo del siglo XIX se había resaltado esta particularidad y son numerosas las referencias al carácter lánguido y depresivo de las mujeres. Escritores, poetas, pintores alimentaron esta imagen de pena, soledad y tristeza mórbida que alimentó la imagen de la mujer tuberculosa. A pesar de la mejoría de María, un cierto carácter de melancolía inunda la mirada de la retratada. Quizá, su padre quiso reflejar en el rostro de su hija la angustia vital e intranquilidad que le acompañaron durante el transcurso de la enfermedad.

Una vez pasado el frío invernal, la familia del pintor abandonó la finca de la Angorilla y se dirigió a la Granja de San Ildefonso en Segovia donde María continuó con su recuperación. Allí, se sucederían otros retratos por parte de su padre, aunque el aspecto y la situación emocional de la retratada ya no tendrían nada que ver con su primera etapa de convaleciente.

Por el Dr. Alberto Ortiz