La violencia entre la etnia Fulani y las comunidades rivales ha agravado la grave situación de inseguridad que se vive en las regiones semiáridas y desérticas de Mali, que son utilizadas como base por grupos yihadistas con vínculos con Al Qaeda y el Estado Islámico.
El conflicto en el país se remonta al 2012, año en el que los tuareg se rebelaron y los islamistas aliados se apoderaron de su norte, lo que llevó a las fuerzas francesas a intervenir para hacer que retrocedieran al año siguiente. Desde entonces, los islamistas han recuperado posiciones en el norte y el centro, aprovechando las rivalidades étnicas.